martes, 15 de enero de 2013

"El protagonismo es de los jugadores, los entrenadores sólo acompañamos"

 Viaje íntimo al mundo del DT de San Lorenzo, que arriesga: "Si intentás salir campeón, automáticamente te alejás de la zona del descenso". Por Ariel Ruya

-¿Cómo te definís como hombre y como técnico? 
-[Hace un profundo y misterioso silencio. Lanza una carcajada] ¿Una palabra tengo que buscar? 
-No. Una frase, un concepto. 
-Una frase...Soy honesto, soy responsable. Estos atributos los considero normales en una persona, por eso me cuesta. Te digo un defecto: tengo exceso de confianza en mucha gente y por ahí esa situación te trae desilusiones. 
Cardales es un paraíso. Por lo menos, el lujoso hotel: rodeado de palmeras, es una suerte de Caribe sin mar. Verde, sol, relax. Juan Antonio Pizzi es un hombre afortunado: corre con San Lorenzo sobre el magnífico campo de golf. "Lo disfruto mucho, pero acá no juego. Sólo trabajo. En mi tiempo libre, sí, soy un apasionado de este deporte", define el conductor, minutos antes de observarse en su espejo. Relajado, descontracturado, Pizzi se acomoda el cabello, deja el celular y se sienta a charlar de la vida. De su vida. De fútbol. De San Lorenzo. La intimidad viaja con rumbo desconocido. 
Nació en Santa Fe y esa ciudad siempre fue su centro en el universo. Se crió en una familia de clase media: el padre, médico; la madre, ama de casa. Dos hermanos y una hermana, con los que pasaba todo el verano entre pelotas, raquetas y antiparras. Del club Regatas al club de tenis de Santa Fe. Desde las 10 hasta el anochecer: tenis, fútbol, carreras, un chapuzón desde el trampolín más alto. Por las noches, cartas, ajedrez. "Esos sí que eran veranos", se entromete en la nostalgia. 
A los 16 años, se fue a Rosario: lo esperaba un océano de goles de todos los colores por el mundo. Tuvo, eso sí, un par de empleos, no tanto por necesidad, apenas por el gusto del bolsillo lleno propio. "Quería ganar algún peso para darme algún gusto, como comprarme algo o por unas vacaciones. Vendí helados, vendí rifas. Es parte de mi vida y recuerdo esos momentos, soy feliz con la vida que me fue tocando y yo sé lo que luché para alcanzar esos objetivos. Hay que sentirse bien con uno mismo", asume en el lujoso lobby, casi de entre casa. Primero, el deber: terminó el secundario y hasta el primer año de medicina en Rosario por mandato paternal. "No era un gran alumno, terminé con lo justo; siempre me llevé materias en la escuela", acepta. Su hermano más grande, José Francisco, es ginecólogo: lleva los genes de Antonio Francisco, fallecido en noviembre del 88, médico de Colón entre el 69 y el 75. "No sé si era la oveja negra, pero siempre me exigieron con el tema del estudio. Y yo prefería hacer cualquier cosa antes que estudiar", recuerda. Su padre, sin embargo, aceptó el desafío: que patee balones, que para el quirófano hay otra gente. Ana María, su madre, lo solía retar. 
El tiempo es un demonio: se pasa volando. Fue artillero y hasta actuó para España. Hoy cuenta 44 años, es técnico. De los románticos, los que se enamoran del balón. Casado, cuatro hijos, de 20, de 17, de 15 y de 12. El de 17, el único varón, patea al arco en Colón. "La mejor herencia que uno puede tener de los padres son los valores, la educación, el modo de relacionarse. La sociedad cambió muchísimo, pero si uno tiene convicciones, se complace en ser reflejado en sus hijos", se emociona, ojos claros y brillosos. El sentimiento, ahora, es mejor tenerlo lejos. Analítico como pocos, saborea más la charla cuando habla de trabajo. De fútbol, que también es su vida. 
-¿Es ingrato el trabajo de entrenador? 
-Vivimos en un medio exitista. Las valoraciones que se hacen tienen poco argumento, poca consistencia, tanto como para criticar como para alabar. Lo más importante es que uno sepa por qué camino va, qué está haciendo bien y qué mal. Generalmente coinciden: cuando tenés malos resultados, algunas cosas mal hiciste, y viceversa. La línea tiene que ser similar, el camino del trabajo tiene que ser el mismo. 
-¿No te marean ni los elogios ni las críticas? ¿Cómo les escapás? 
-Ahí está el equilibrio que hay que tener. Yo sé lo que soy como entrenador, sé lo que puedo dar y sobre esa base me muevo. No le doy demasiada relevancia a lo que pasa alrededor de mi trabajo. 
-El Torneo Final será el campeonato de los grandes técnicos. Bianchi, Ramón, Gareca, Martino. ¿En qué lugar está Pizzi? 
-En otro espacio. Yo tengo que respaldarme en el grupo de jugadores. No sé en los demás equipos, no sé si apoyarse tanto en los técnicos les dará mejor resultado. Yo te hablo de San Lorenzo: me tengo que apoyar en el equipo. Mi visión sobre el fútbol está más ligada al nivel protagónico de los jugadores que al de los entrenadores. 
-¿En qué porcentaje? 
-Es difícil. Pero como en cualquier profesión, en cualquier obra de teatro o programa de televisión, el protagonismo es de los jugadores, los técnicos sólo colaboramos. Los directivos, los hinchas, incluso, apoyan, pero las campañas de los equipos las marcan los jugadores. Son los verdaderos actores. 
-¿Se juega mal en el fútbol argentino?
-No se juega lindo, pero tampoco creo que sea mal la palabra. Es muy parejo, muy friccionado, hay mucha competencia, igualdad; tanta rivalidad y tanto sentimiento a la hora de jugar que es muy difícil marcar una diferencia. Y si se marca, es complicado que sea vistosa para los ojos de los espectadores. 
-¿Cómo se le pide a un jugador que pare la pelota, que levante la cabeza si casi no hay tiempo para pensar? 
-Yo les digo eso, les pido eso porque creo que hay mayor ventaja para ganar. Se puede sacar mayor diferencia cuando se intenta jugar bien que cuando no se puede o no se quiere. No hay un concepto puntual que te invite a esa lectura. Tiene que ver con la precisión de los conceptos, la interpretación de las ideas de todo el grupo. La credibilidad se consigue con buenos resultados y se retroalimenta. 
-¿Ahora sí San Lorenzo va a pelear por el título? 
-La historia pone a San Lorenzo entre los equipos grandes del fútbol argentino, no es algo que se me ocurre a mí. Uno pregunta por la calle quiénes son los grandes, y San Lorenzo está entre ellos. Automáticamente, al estar en ese lote de los equipos de mayor grandeza, la aspiración que tiene que tener es la mayor. Y ésa es salir campeón. En los últimos años, estuvo más entreverado en la parte baja del campeonato que en la lucha de arriba, pero una cosa te hace cumplir la otra. Si intentás salir campeón, automáticamente te alejás de la zona del descenso. Si querés mirarlo desde una visión con menos ilusión: tenemos que sacar muchos puntos para evitar el descenso. Yo soy partidario de pensar en la primera, por la grandeza del club. 
Pizzi es partidario de creer que se puede. Sin gritos, sin estridencias, sin letras de molde. Las luces son para otros.
LANACION

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