Luego de la gran victoria ante River, Viggo Mortensen se acordó de las gallinas y escribió una tremenda columna en el diario Olé. Acá te la reproducimos.
Al "Pelado" no le sirvió ni el cancherismo mediático de los últimos días ni la pijotada psicológica de rezagar su entrada a la cancha del Ciclón. No sé si tanto le gusta el ambiente del vestuario visitante del Pedro Bidegain que olvidó mirar el reloj, pero lo único que le trajo la demora fue una expulsión inmediata. Desde luego que a los jugadores de San Lorenzo no les molestó la tardanza de River en acudir a la cita del día. La olla se destapó y el caldo fue servido puntualmente y bien calentito.
El 2-0 bien podría haber sido un 5-0. Al estilo del Real Madrid en los dos partidos que le ganó al Barcelona la semana pasada, el equipo de Pizzi supo contener a los de Ramón desde el vamos, y no paró de torearlos toda la tarde. No les dejó ni siquiera pensar. A pesar de las promesas de Trezeguet en el túnel, ni él ni sus compañeros le rompieron nada a nadie. Aparte de las claras ocasiones falladas en el área del adversario para aumentar la ventaja que tenían, los Cuervos dieron una lección en cada una de sus líneas. En los tres partidos anteriores, San Lorenzo ya había mostrado un juego ordenado y vistoso. Solo faltaba descorchar el gol. Ahora no. Pinta muy bien la cosa. Lástima la quinta amarilla de Buffarini al final del partido (también la de Alan Ruiz), así descalificado para el próximo encuentro contra Tigre. Para mí no fue orsai, pero San Lorenzo no tiene mucho más de qué quejarse con respecto al arbitraje. Tampoco sería de equipo grande hacerlo. Para eso está Ramón Díaz.
Juan Antonio -que caminó más kilómetros al borde de la pista de los que corrió Buffarini durante todo el partido- realizó un planteamiento impecable. Y el CASLA está para pelearlo todo...
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