El aporte de los pibes le dio otro sabor a la victoria de Boedo: Correa brilló y Verón fue imparable. ¡Grandes!
Engolosinados, dulces, exquisitos, estos pibitos tienen ese no se
qué, viste, le dan otro gustito al equipo de Juan Antonio Pizzi. Ese
gustito que, por caso, no le dan a Boca los púberes del Virrey, que
sacaron un punto en el Superclásico, pero que ayer fueron víctimas de un
festín de los péndex del Ciclón, con los que ya se habían enfrenado
varias veces en Inferiores. Kannemann puso los huevos, Navarro los peló,
Verón encendió el fuego y Correa, el más pequeñito de todos, se los
comió. Y se los comió como un chupetín. Los desgastó de a poquito hasta
borrarlos por completo y saborear este triunfazo.
Los juveniles del Xeneize soñarán toda la semana con Angelito. Desfachatado, travieso como ese chico que se suelta de la mano para cruzar la calle, esta vez se les soltó a todos. Además, a sus 17 años ya jugó su segundo partido consecutivo de titular y hasta se dio el lujo de debutar en la red. Recibió de Navarro, abrió para Buffarini y fue a buscar al punto del penal, desde donde fusiló al pobre de D’Angelo. Belleza, nene. Antes había fabricado un penal que sólo Pezzotta observó. “Enganché para adentro y me resbalé, ningún jugador me tocó”, reconoció después. Y bué, son cosas de chicos.
Pero para que Correa la rompa toda y se lleve la ovación de su vida, mucho tuvieron que ver sus amigos/compañeros. Desde la garra y las proyecciones de Kannemann (mandó el centro en el gol de Verón) para cubrirle la espalda, la complicidad de Navarro para dársela siempre redondita y la velocidad de Verón para generarle espacios.
La Brujita, había dicho Pizzi en el verano, merecía más tiempo en cancha que los que tenía hasta antes del inicio de este campeonato. Y lo bancó. Y mandó al banco a Jara y Stracqualursi. Y el punta, rescatado de Sportivo Italiano por Caruso, no para de darle la razón. Ya había mojado en la fecha anterior, frente a Quilmes, y ayer volvió a gritar, casi de atropellada, sin darse cuenta, pero para eso lo pusieron. Y él cumplió. Con los chicos, sí.
Los juveniles del Xeneize soñarán toda la semana con Angelito. Desfachatado, travieso como ese chico que se suelta de la mano para cruzar la calle, esta vez se les soltó a todos. Además, a sus 17 años ya jugó su segundo partido consecutivo de titular y hasta se dio el lujo de debutar en la red. Recibió de Navarro, abrió para Buffarini y fue a buscar al punto del penal, desde donde fusiló al pobre de D’Angelo. Belleza, nene. Antes había fabricado un penal que sólo Pezzotta observó. “Enganché para adentro y me resbalé, ningún jugador me tocó”, reconoció después. Y bué, son cosas de chicos.
Pero para que Correa la rompa toda y se lleve la ovación de su vida, mucho tuvieron que ver sus amigos/compañeros. Desde la garra y las proyecciones de Kannemann (mandó el centro en el gol de Verón) para cubrirle la espalda, la complicidad de Navarro para dársela siempre redondita y la velocidad de Verón para generarle espacios.
La Brujita, había dicho Pizzi en el verano, merecía más tiempo en cancha que los que tenía hasta antes del inicio de este campeonato. Y lo bancó. Y mandó al banco a Jara y Stracqualursi. Y el punta, rescatado de Sportivo Italiano por Caruso, no para de darle la razón. Ya había mojado en la fecha anterior, frente a Quilmes, y ayer volvió a gritar, casi de atropellada, sin darse cuenta, pero para eso lo pusieron. Y él cumplió. Con los chicos, sí.
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