Periodismo. Pablo Calvo revisa la historia de San Lorenzo,
ahora que el mundo conoce al club porque tiene a Bergoglio entre sus hinchas.
Hay un club que nació en el potrero al lado de un oratorio,
por iniciativa de un cura que propuso a los chicos jugar al fútbol para no
estar en la calle. Con su nombre, el cura bautizó un poco al club y con su
sotana le dio el más negro de sus apodos. Ese club, San Lorenzo, es de Almagro,
de Boedo, del Bajo Flores. Y desde el 13 de marzo, cuando el cónclave Vaticano
convirtió a su socio número 88.235 en el papa Francisco, San Lorenzo también es
de Roma.
Parece más un acto de coherencia que un designio divino que
un cura se afilie a los colores santos. Pero tal vez el destino haya metido la
cola: justamente en el Oratorio San Antonio, el del potrero fundacional, se
conocieron Mario José Bergoglio y Regina María Sívori, los padres del actual
jefe de la Iglesia Católica.
De esos detalles se compone Dios es cuervo: la historia
sagrada de San Lorenzo , el libro en el que el periodista –y confeso hincha del
Ciclón– Pablo Calvo narra el derrotero del que elige definir como “el club de
barrio más grande del mundo”. Es que para Calvo, el 13 de marzo del “Habemus
Papam” “la vida de San Lorenzo quedó partida en dos”.
La historia azulgrana se cuenta a través de historias
mínimas como las fotos del Viejo Gasómetro y del cura emprendedor, Lorenzo
Massa, que Jorge Bergoglio atesoraba en su residencia cuando era cardenal. Se
hilvana a través de sus mudanzas y de los recortes periodísticos que Calvo
recupera, como aquel título de Clarín del 21 de octubre de 1946 que
sentenciaba: “Pontoni marcó un gol como para pasarlo en el Colón”. Vuelve a
latir en los testimonios de hinchas pero también de jugadores emblemáticos como
Sergio Villar, Héctor –el Gringo, para que se sepa de quién hablamos– Scotta y
José Sanfilippo. Otra vez se disfruta de los “Carasucias”, los “Matadores”, los
“Camboyanos”, de la tarde histórica y helada en que San Lorenzo volvió a ser
campeón en 1995, después de más de veinte años de sequía –y con un descenso de
por medio–.
Pero en medio de los hitos que construyen a los clubes
grandes, Calvo insiste con el dato poco conocido, como la foto en que Evita,
antes de conocer a Perón, modeló con la camiseta cuerva para la revista La
Cancha, o como el extracto del libro Borges el memorioso en el que el autor de
El aleph dijo sobre el Grupo de Boedo: “Me explicaron que un cuadro era un club
de fútbol; que en Buenos Aires había muchos cuadros; que la gente simpatizaba
con uno o con otro, y que ahí eran todos de San Lorenzo. ‘Bueno, yo también voy
a ser –digo–, ahora que me han explicado la cosa ustedes, con tal de que no me
hagan ir al fútbol. Me han dicho que no gana nunca’”. Exagera Borges: San
Lorenzo es puntero y, si gana, será campeón el 15 de diciembre. Y que delire
todo Boedo. Y Roma también.
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